Roma (I)
Si hace dos años nos escapamos unos días a Barcelona coincidiendo con el campamento de ASTRADE -para ver la ciudad y visitar a nuestro buen amigo Valentín- y el año pasado nos atrevimos con un viaje a París aprovechando la estancia de Sara en Fundamifp, en esta ocasión nuestro destino fue Roma, la ciudad eterna. Como siempre, quiero empezar este post con un especial y sincero agradecimiento a todas las personas que se quedan aquí velando por si ocurre alguna contingencia. Sabiendo que dejo alguna en el tintero, no puedo dejar de citar a Mª Eugenia, Almudena y "Mimi", cuyo apelativo cariñoso no le acompaña con el cuerpo ("con cariño").
Tras dejar a nuestro bombón en Águilas partimos raudos hacia Alicante a recoger algunas pruebas pendientes del susodicho dulce. Comimos en Alicante y todavía nos dio tiempo a hacer algunas compras antes de llegar al aeropuerto de El Altet, con la suficiente antelación para facturar sin prisas y embarcar a la hora fijada en el avión. La duración del vuelo fue menor de la esperada y en un abrir y cerrar de ojos estábamos en Madrid, donde tuvimos tiempo de admirar la T4 antes de embarcar, ahora rumbo a nuestro destino final, Roma. Traslado raudo al hotel (desconozco la cantidad de radares que saltaron de Fiumicino a la ciudad) y, durante el camino, la primera "anécdota" del viaje.
Los fieles (escasos) al blog ya conocéis que este viaje lo hicimos acompañados de Valentín e Iku. En los preparativos del viaje, la cibernética hizo que mientras nosotros reservábamos el Hotel Internacional Plaza, nuestros amigos lo hicieran en el Hotel Internazionale. Parece lo mismo pero no lo es. Vamos, que nos supuso un agradable paseo por las mañanas y por las noches para empezar nuestras visitas por la ciudad. Quince minutos por la Via Sistina, más parecido a una calle de San Francisco que a otra cosa. Pero el paseo era bastante agradable, y tranquilo.
Al llegar al hotel nos esperaban Valentín e Iku. El tiempo imprescindible para dejar el equipaje y cenar en un restaurante cercano tras una acertada recomendación de la agradable recepcionista del hotel. Fue el inicio del "antipasto". Una de los descubrimientos (ya comentaremos otros que surgieron a lo largo de los siguientes días) del vocabulario italiano, que todos hablábamos con una inusitada fluidez, vamos, como si hubiéramos pasado media vida en Roma.
Todavía nos dio tiempo a tomarnos unas aguas frizantes y unas flojas cervezas antes de retornar a nuestros respectivos alojamientos. Había que descansar. Se avecinaba una terrorífica jornada bajo la impacable guía de May, dispuesta a ver todas las iglesias de Roma, plazas, fuentes y demás...
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