Londres (III)
Volvimos al metro (Central line era la nuestra este día) hasta St. Paul’s, a pocos metros de la catedral de idéntico nombre, que surgió de las cenizas del gran incendio de Londres en el siglo XVII.
La entrada a la catedral se encuentra en la fachada oeste, entre las dos torres. En la derecha se sitúa el reloj Big Tom, de cinco metros de diámetro y cuyo minutero mide tres metros de longitud. La hora, la imposibilidad de hacer fotos en su interior y los más de 550 escalones necesarios para subir a la cúpula nos quitaron las ganas de visitarla en esta ocasión (no sería la única a lo largo de la jornada...).
Su cúpula, impresionante, es el legado de un genio revolucionario, el arquitecto Sir Christopher Wren. Esta joya arquitectónica se convirtió en símbolo del espíritu imbatible de Londres, al sobrevivir al Blitz de 1940-1941, en el que cayeron cerca de 27.000 bombas sobre la ciudad.
Tras un pequeño paseo por la City nos dirigimos al Milennium Brigde, puente colgante, peatonal y fabricado con acero que cruza el río Támesis. Su alineamiento es tal que ofrece una clara vista de la fachada sur de la Catedral de San Pablo, enmarcada por los soportes del puente. El diseño del puente fue elegido por concurso en 1996 por el concilio de Southwark. El diseño ganador fue muy innovador, y fue realizado por Arup, por Foster and Partners y por sir Anthony Caro.
Al otro lado del puente del milenio se encuentra la Tate Modern, uno de los museos más recientes de Gran Bretaña, instalado en una antigua central eléctrica sorprendentemente reformada y en pleno corazón de South Bank.
Contemplamos su colección permanente, entre la que nos llamó la atención algunas obras de Cézane, Dalí, Matisse, Miró y Picasso, además de la sala dedicada a Andy Warhol.
Nos habíamos ganado una buena comida. Del refrigerio tomado en el British no quedaba ni una mísera caloría. Y encontramos un agradable lugar para comer junto al Shakespeares’s Globe, a orillas del Támesis, donde reponer fuerzas. Tras la comida nos dirigimos al London Brigde dando un agradable paseo por la margen sur del río que nos permitió contemplar una réplica de la famosa fragata Cutty Shark y pasar por las inmediaciones de Vinopolis, un museo del vino cuya visita también dejamos para mejor ocasión (y van dos...).
Aunque la distancia que nos separaba de la Torre de Londres no era excesiva, las millas comenzaban a sentirse en nuestras piernas y nuestra one day travelcard estaba para algo. Así que buscamos la boca de metro más cercana y nos dirigimos a ella.
No era una buena hora para visitar este edificio fundado por Guillermo el Conquistador poco tiempo después de la conquista de 1066 y que ha sobrevivido a más de 900 años como palacio, prisión, lugar de ejecución, arsenal, antigua casa de la moneda y sede de las joyas de la Corona. Queda también para nuestra próxima visita a Londres...
El paseo por el exterior nos permitió contemplar las distintas partes de esta fortaleza (Tower Green, White Tower, Bloody Tower, el palacio medieval junto a Traitor’s Gate, ...) y hacer alguna fotografía junto a los Beefeaters, entretenidos en dar alguna explicación a un viandante.
Queríamos patear Tower bridge, pero era de rigor tomarse un café en "Starbucks" e hidratarse. El tiempo nos estaba acompañando, pero también habíamos gastado gran cantidad energía y líquidos desde el desayuno.
Tras el merecido descanso nos dirigimos a Tower brigde y contemplamos las maravillosas vistas de Londres desde este privilegiado enclave. Pasado y presente unen sus manos a sus lados, con dos joyas de Norman Foster flanqueando la Torre de Londres y el Tower bridge, el edificio del ayuntamiento y la Torre Swiss Re.
Eran casi las seis de la tarde, hora local. Las nubes hacían acto de presencia, no así la lluvia...
Debíamos diriginos a nuestro próximo destino, que tenía hora fija de inicio. ¿Por qué tomar de nuevo el metro? Teníamos la ocasión de contemplar la ciudad desde un típico autobús de dos plantas y decidimos hacer la ruta del Nº 15 desde la Torre de Londres hasta nuestro destino ... Picadilly Circus.
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